domingo, 24 de mayo de 2015

dm

En el punto momento donde capturar la posición y velocidad de un cuerpo partícula se hace imposible inserto la calidez de la imagen de muchas tardes. Reconocer el andar de tus botas y el perfil que mira de frente antes de cruzar la calle, tangencial. Luego de continuar tu trayectoria, un tren bala por la banqueta que desde el foco de mi perspectiva es un circuito por completar. Puede que afuera lluvia, que para la metáfora de la cabaña en el bosque existan interpretaciones distintas no tendría porque escandalizar a nadie. Toda marcha requiere afinación. Todo misil, parábolas.
La explosión contenida en el tiempo, el espacio imposible de frontear, los signos que casi se despeñan por el filo de tu mirada y el preciso mecanismo de protección que siempre está yendo para atrás. Las encuentro torpes porque ninguna hace nada por el deseo, por la desesperanza, por la fé muerta enterrada de silencio. Antes no hubo un código para convertirlo y capturarlo todo. Impulsos electricos. Somos aire y hoy también soy ave de fuego. La arquetípica batalla de los cielos ocurre cualquier noche, ahora sobre todo aquellas cuando no hay satelite para bombardear el plato de la antena. Por la noche electromagnética navego la ultramarina configuración de tus átomos. Pronto siento los dedos electrizados entumecidos. La forma que las ondas dibujan en las superficies, a una nueva configuración de explosión originaria derivará.